21 septiembre 2006

Cine y acto simbólico.

Cine y acto simbólico.
“Yo lo que quiero es que me cuentes el cuento de Perico Sarmiento”


El cine como acto simbólico transformador tiene la oportunidad de su vida para salvarse desde dos frentes: el cine realista y el documental crítico y divulgativo.
El cine popular como los cuentos populares debería conservar su finalidad catártica y narrativa del mundo.
Y es quizá ahora, en tiempos de globalización mimética, cuando ciertas clases, desprovistas durante siglos de la cultura y sus instrumentos; tienen un acceso más democrático a la tecnología es el momento para recuperar espacios de participación y denuncia.

El cine como instrumento educativo es todavía un privilegio de algunas cadenas públicas de la Europa del bienestar (Canal Arte); de algunos directores-productores medianamente críticos integrados en los circuitos de distribución y exhibición (Ken Loach, Costa-Gavras, entre otros); y casi la única opción para muchos movimientos sociales periféricos.

En un sistema, donde la vida fluctúa en dos ámbitos estancos: el trabajo y el ocio. Éste último se convierte en el último reducto liberador. Al grito de ¡Abajo la rutina, Aprende de tu ocio! se polarizan coleccionistas virtuales, autodidactas, escapistas..
En un mundo donde el ámbito público está en extinción; donde uno puede ser el rey de las camas, o el presidente de la República de su casa -como reza el copy de la última campaña del monstruo de la decoración homogeneizadora: Bienvenido. Bienvenido al zulo del que con suerte serás dueño en 20 años; bienvenido al reino de lo íntimo, al reino del Home Cinema, del ensimismamiento.
Y ya puesta a ensimismarme busco fórmulas de ocio gratuito: compro cine comercial de estreno en el top manta, descargo clásicos de internet, regreso al trueque y a las librerías de viejo y , a veces, me da por pensar que los derechos de autor son sandeces y las ideas suelen ser libres.

Pues sí, a veces me ensimismo, y hago un flashback en plano general a una secuencia donde diálogo y acción vibran, son teatro, tragedia y Odisea.
Me ensimismo con el apocalíptico y esperpéntico Wong Kar-Wai, un nuevo Buñuel descafeinado por la postmodernidad formal.
Me ensimismo y me hago pequeña, porque yo lo que quería era que me contaran el cuento de Perico Sarmiento.

La Señora OM

19 septiembre 2006

Cine: Entretenimiento y Manipulación simbólica. Un mini-ensayo sobre la historia social del cine


Cuento apocalíptico para mentes despiertas

“Saber es defenderse”Manuel Vazquez Montalbán



En un plano secuencia en primer plano voy a contaros “mi película” sobre ese universo paralelo que es el cine.

Cada vez vivo con menos sueños y cada vez veo más cine, porque la vida pasa en un vídeo-clip en el metro, corriendo de sí misma, envuelta en capas posmodernas como un fantasma expresionista e irreal.
¿Y el cine?. El cine se ha llevado el futuro, el derecho a la tragedia, a la heroicidad, al impresionismo de la historia, al trayecto dilatado, al descubrimiento.
El cine ya es un arte sin ciencia posible. Es un arte y ensayo, no es alquimia; es arte y parte, arte y espectáculo. De lo bueno y lo bello, lo bueno no existe: Arte negocio: Mal llamado entretenimiento.

Éste es el plano subjetivo desde el que os presento al personaje: El Cine, un poliedro de rostros difuminados y palabras. Un mundo paralelo.
Y si seguimos una perfecta estructura de guión clásico, nuestro protagonista, nuestro héroe tiene un pasado, hilado sin Mcguffin, rescatado de la última ciencia: La ciencia ficción.
Su pasado no es otro que la cultura oral de las familias, de los clanes. De los cuentos populares narrados en círculo. Porque el cine es el cuento contemporáneo y del fin del milenio.

Pero la pregunta que se hace el narrador, en un off repentino es: ¿Sabemos realmente quienes son los padres del cuento contemporáneo?
Al fondo de la sala, levantan la mano los hermanos Lumière, los reyes de las telecomunicaciones del este y el oeste, que por supuesto son siempre del Norte.
Levantan la mano los Autores, las majors a sueldo de la guerra y la droga, a sueldo de la paz y la cura:¡Temporales!.
Levantan la mano los amantes del cine de autor, del cine exótico colonial y underground, del cine de sala subtitulada.
Levantan la mano, pero nuestro protagonista no les reconoce. Es un personaje sin deseo de serlo.
Un monólogo o dos de Bergman. Y sí, el cine preferiría ser huérfano. Pero el show ¡must go on!!

Descubrirá a su madre el Arte, esa joven en busca de la belleza que nada desvalida en el alzeimer del polvo de estrellas. Con ella tendrá un camino abierto a premios prestigiosos y cafés de intermedio con críticos cinefílicos de trivial y carrera. ¡Disfrazados del mundo, unios en subtitulado!
Quizá encuentre a su Padre en cada clon de productor-ejecutivo, en cada asesor de política cultural o cada presidente del Consejo de Defensa. Un padre siempre odiado y distante. Padre al fin y al cabo, pero padre equivocado.

Y aquí el principio de la tragedia, de la transformación del héroe en ser humano. El comienzo del viaje y la poética.

Porque el cine es el vehículo de los símbolos contemporáneos, aunque todavía es un niño perdido envuelto en sedas, prostituido en sueños, convertido en hombre menguante.

La Señora OM